El próximo domingo 11 de mayo estaré en Madrid, en la Sala Antonio Bienvenida de Las Ventas, participando en una charla sobre los festejos taurinos populares.
Estaré
allí hablando de organización, de legislación, de gestión, de tradición… pero,
por encima de todo, hablaré desde el corazón puesto que yo no me considero un
profesional del toro, sino que soy simplemente
un aficionado, un tipo de pueblo, de Morés, que empezó organizando pequeños
festejos con más ilusión que medios, un tipo que siempre se ha sentido cómodo
en segunda fila, escuchando, aprendiendo de los que más sabían, y que nunca ha
querido dejar de ser “Alberto el de Morés”, ni siquiera cuando le han invitado
a hablar en lugares como este.
Gracias
a este mundo, a esta afición, he compartido muchas tardes con grandes
profesionales, pero también con peñas, con asociaciones, con personas que viven
esto de verdad. Sin duda, una de las cosas más bonitas que me ha dado este
camino ha sido el cariño de amigos por muchos lugares de España, y como no, he
de nombrar a los emboladores de Colmenar de Oreja, que han servido de nexo de
unión para poder estar aquí. No sería justo dejarme a tantos y tantos que
durante años han estado cerca de mí, acompañándome sin pedir nada a cambio.
A
día de hoy, con la ayuda de mi amigo y socio Imanol Sánchez, gracias al cual
estoy metido de lleno dentro de este mundo, intento aportar desde lo que sé:
desde la gestión, desde la asesoría, desde el cumplimiento normativo y el
respeto a la tradición, porque la seguridad y la calidad no deben estar reñidas
con lo que somos. Desde Torosocial, luchamos para que la fiesta siga teniendo
futuro, para que la pasión no sea incompatible con la profesionalidad. Nos
queda mucho por recorrer, pero me ilusiona que ver que algo estamos
consiguiendo…
Es
cierto, que nunca tuve valor para ponerme delante, pero siempre he sentido la
necesidad de estar cerca. Y aunque esté anunciado en un cartel, aunque me toque
hablar en una sala emblemática, mi sitio sigue siendo ese: la segunda fila, la
que permite trabajar con humildad para que esto no se pierda.
Ojalá
mis hijos, y todos los niños que vienen detrás, puedan vivir los festejos como
los vivimos nosotros. Con respeto, con emoción, con el alma encendida, porque
en muchos pueblos, donde el día a día va apagando poco a poco su llama, los
festejos populares siguen siendo una de las últimas luces que nos recuerdan
quiénes somos.
No
puedo evitarlo. Ojalá mi padre pudiera ver este cartel, puesto que, aunque esto
no sea la portada de un periódico ni el programa de mano de una gran feria,
para mí significa haber llegado a un lugar que jamás imaginé.
Nos
vemos en Madrid, hablando de lo que más nos gusta.
Alberto Joven
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