Llegamos al final del año y, como casi siempre, parece que toca pararse a pensar en propósitos. En todo lo que deberíamos hacer el año que viene, en cómo queremos que sea el 2026.
Sin embargo, cada vez tengo más claro que antes de mirar hacia delante conviene mirar hacia atrás, con calma, sin trampas, con honestidad.
Por eso este año me quedo con una idea muy simple: más balances y menos propósitos.
Porque el balance no se hace de cara a la galería, el balance se hace a solas. Es ese ejercicio incómodo en el que repasas lo vivido y te das cuenta de que ha habido momentos muy buenos… y otros en los que has ido justo de fuerzas. Días en los que todo fluía y otros en los que levantarse ya era, en sí mismo, una pequeña victoria.
2025 ha sido un año intenso. Un año de muchas batallas, de decisiones que no siempre eran fáciles y de seguir adelante incluso cuando las ganas no acompañaban del todo, pero se seguía.
Hay dos puntos que considero claves:
- Cuando apuestas por tu proyecto, por tu trabajo y por tu forma de entender la vida profesional, sabes que no caminas solo.
- Cuando hay personas que confían en ti, rendirse no es una opción.
Este año me ha reafirmado en algo que llevo tiempo creyendo: los resultados llegan cuando hay trabajo, esfuerzo y constancia, pero también cuando los proyectos se construyen sobre cimientos sólidos. Nada duradero se levanta deprisa, nada serio se sostiene sin base, por supuesto, todo lo que merece la pena exige tiempo, cabeza y muchas horas que nadie ve.
¡Ojo! y es duro reconocerlo, pero también exige renuncias. Hacer balance es aceptar que, en ese camino, a veces dejamos cosas importantes en segundo plano, la familia, la pareja, los hijos, los padres, no porque no importen, sino porque el día a día, las responsabilidades y la presión nos van arrastrando. Reconocerlo no es castigarse; es tomar conciencia para hacerlo mejor.
Por eso creo tanto en el balance. Porque el balance no es autoflagelarse, es aprender, es detectar en qué hemos fallado para corregirlo, y en qué hemos acertado para reforzarlo.
Tengo algo muy claro, los propósitos suelen ser bonitos, pero efímeros. El balance, en cambio, es real, y desde ahí es desde donde se mejora de verdad.
Sin duda alguna, si hay algo que este año ha dejado claro es la importancia de la salud. Sin salud no hay proyectos, ni trabajo, ni ilusión. La salud es lo que nos permite seguir aquí, seguir empujando y poder volver a leernos dentro de un año. Cuidarla no es una opción secundaria, es la base de todo lo demás.
Al cerrar este 2025 solo me sale agradecer. A todos los que, de una forma u otra, habéis estado cerca. A los que habéis acompañado, apoyado, empujado y entendido incluso en los momentos más complicados. Gracias de verdad. Entre todos habéis contribuido a que sea un poco mejor.
Para el 2026 no hago grandes promesas. Prefiero que la vida, el trabajo y el día a día vayan marcando el camino, pero sí tengo clara una cosa: más balances, menos propósitos, más conciencia y, sobre todo, más salud para poder seguir compartiendo camino.
Os deseo de corazón un muy feliz 2026
Feliz Año 2026.
Alberto Joven
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